Cuando la vitalidad o el entusiasmo decrecen, las personas generalmente buscan acercarse a Dios, “alimentar” su espíritu y reconciliarse con la vida, para no dejarse vencer por la desesperanza que les motiva, muchas veces, su delicado estado de salud y los sinsabores que nos da la vida.
Sin embargo, habría que preguntarse ¿porqué las personas cuando están en el umbral de la tercera edad o con su salud deteriorada, recién buscan a Dios y se acuerdan de darle prioridad a la espiritualidad, esa parte del ser humano tan importante y mal cuidada?.
Los argumentos son diversos y divergentes, pero las respuestas llegan a una misma conclusión: en esta etapa de la vida se despierta el miedo y la angustia ante la idea cercana de la muerte y por lo tanto tratan de ser “buenos” con la esperanza de entrar en el Reino de Dios; entonces la religión se convierte en sinónimo de perdón. Otros, comienzan a cambiar de actitud con la creencia de la existencia de nuevas vidas o reencarnaciones.
Con el siguiente testimonio ilustraré el tema. Mi padre, quien desde hace años sufre del mal del parkinson, de adulto joven casi nunca participaba en las ceremonias religiosas. Siempre decía que tenía comunicación interior con Dios sin necesidad de golpearse el pecho o visitar una iglesia; es más detestaba a aquellas personas (testigos de Jehová, evangélicos) que predican su doctrina casa por casa con la finalidad de captar nuevos creyentes.
Pero a raíz de su penosa enfermedad, “el corpita” como cariñosamente lo llamamos, es más tolerante, ha aprendido a convivir y a respetar a los creyentes de otras religiones y cada día dedica más tiempo para alimentar su espíritu y todos los domingos se levanta tempranito, pide que le pongan su mejor traje y acude a escuchar misa de las 8 de la mañana.
Incluso en la esquina de su habitación ha acondicionado un pequeño altar y sus objetos más preciados son un detente original del Señor de los Milagros y una réplica en madera de la Cruz de Motupe de Chiclayo. Además tiene una imagen de cerámica del Corazón de Jesús y un cuadro grande de Jesús resucitado colgados en la sala de su casa y a los que le reza todas las mañanas en cuanto se levanta.
Así como él, miles de adultos mayores que sienten estar en los períodos finales de su vida y quieren vivir en gracia; acuden masivamente a los templos e iglesias a orar para limpiar su espíritu y participan con mucho recogimiento en los actos de confesión, en la comunión y entonan a viva voz los himnos y las canciones que toda la feligresía canta conforme se desarrolla el acto litúrgico.
Es conmovedor ver como los ancianos aún cuando sufren de discapacidades, algunos han perdido la visión y otros no pueden caminar y se trasladan en sillas de ruedas acompañados por un familiar, llegan hasta los templos en busca de fe y para expiar sus culpas o pecados. Para ellos, la santa misa, es un momento especial de comunión espiritual con Dios.
También alimentan su fe mediante la lectura diaria del Evangelio, el rezo del rosario, la confesión frecuente y participan en los espacios de oración de fechas importantes del catolicismo, como el mes de María, la Semana Santa y el nacimiento del Niño Jesús.
A nuestro juicio, no se necesita ser adulto mayor o estar enfermo para buscar a Dios en el interior de cada uno, lo podemos hacer ahora mismo y de esta manera encontrar la paz y la felicidad.
Sin embargo, habría que preguntarse ¿porqué las personas cuando están en el umbral de la tercera edad o con su salud deteriorada, recién buscan a Dios y se acuerdan de darle prioridad a la espiritualidad, esa parte del ser humano tan importante y mal cuidada?.
Los argumentos son diversos y divergentes, pero las respuestas llegan a una misma conclusión: en esta etapa de la vida se despierta el miedo y la angustia ante la idea cercana de la muerte y por lo tanto tratan de ser “buenos” con la esperanza de entrar en el Reino de Dios; entonces la religión se convierte en sinónimo de perdón. Otros, comienzan a cambiar de actitud con la creencia de la existencia de nuevas vidas o reencarnaciones.
Con el siguiente testimonio ilustraré el tema. Mi padre, quien desde hace años sufre del mal del parkinson, de adulto joven casi nunca participaba en las ceremonias religiosas. Siempre decía que tenía comunicación interior con Dios sin necesidad de golpearse el pecho o visitar una iglesia; es más detestaba a aquellas personas (testigos de Jehová, evangélicos) que predican su doctrina casa por casa con la finalidad de captar nuevos creyentes.
Pero a raíz de su penosa enfermedad, “el corpita” como cariñosamente lo llamamos, es más tolerante, ha aprendido a convivir y a respetar a los creyentes de otras religiones y cada día dedica más tiempo para alimentar su espíritu y todos los domingos se levanta tempranito, pide que le pongan su mejor traje y acude a escuchar misa de las 8 de la mañana.
Incluso en la esquina de su habitación ha acondicionado un pequeño altar y sus objetos más preciados son un detente original del Señor de los Milagros y una réplica en madera de la Cruz de Motupe de Chiclayo. Además tiene una imagen de cerámica del Corazón de Jesús y un cuadro grande de Jesús resucitado colgados en la sala de su casa y a los que le reza todas las mañanas en cuanto se levanta.
Así como él, miles de adultos mayores que sienten estar en los períodos finales de su vida y quieren vivir en gracia; acuden masivamente a los templos e iglesias a orar para limpiar su espíritu y participan con mucho recogimiento en los actos de confesión, en la comunión y entonan a viva voz los himnos y las canciones que toda la feligresía canta conforme se desarrolla el acto litúrgico.
Es conmovedor ver como los ancianos aún cuando sufren de discapacidades, algunos han perdido la visión y otros no pueden caminar y se trasladan en sillas de ruedas acompañados por un familiar, llegan hasta los templos en busca de fe y para expiar sus culpas o pecados. Para ellos, la santa misa, es un momento especial de comunión espiritual con Dios.
También alimentan su fe mediante la lectura diaria del Evangelio, el rezo del rosario, la confesión frecuente y participan en los espacios de oración de fechas importantes del catolicismo, como el mes de María, la Semana Santa y el nacimiento del Niño Jesús.
A nuestro juicio, no se necesita ser adulto mayor o estar enfermo para buscar a Dios en el interior de cada uno, lo podemos hacer ahora mismo y de esta manera encontrar la paz y la felicidad.
1 comentario:
Me parece super interesante este estudio, lo encontre por que presisamente estoy haciendo mi tesis de esto... me encantaría saber si puedo recibir más información de este tipo ... gracias!!!
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