“Si ese anciano está enfermo para que lo traen, deben llevarlo al hospital y no pasearlo por la tienda”. Fue la conversación que escuché entre dos mujeres que se encontraban de compras en un supermercado, conducta que reflejó su falta de sensibilidad y solidaridad hacia el prójimo, en especial con las personas de la tercera edad. Sin embargo, que diferente fue el trato que brindaron a un cachorro que se encontraba en el hall del negocio, a quien prodigaron mimos y caricias.
La indiferencia ante los más débiles y desvalidos es una de las características negativas de nuestra sociedad, pero si a la familia y al prójimo le prestáramos la mitad de la atención y cuidado que le damos a otras cosas banales de la vida, nuestro mundo no estaría en el deterioro en que se encuentra.
Pero ¿cómo podemos practicar la solidaridad y la sensibilidad en nuestra vida diaria? Básicamente, aprender a tener paciencia y ser tolerantes con los ancianos. Comprender que muchas familias, por la cercanía a sus viviendas, aprovechan estos grandes supermercados como parte de la terapia de rehabilitación física de los adultos mayores. Un paseo por este u otro lugar y el contacto con la muchedumbre los ayuda a recuperar la alegría de vivir, porque sienten que no son excluidos al interior de su familia, ni de la sociedad.
Estamos llenos de buenas intenciones para con la naturaleza, luchamos por su preservación y por el uso equilibrado de sus recursos; sin embargo, la sociedad se ha deshumanizado tanto que desprecia el respeto y el amor a nuestros semejantes. Muchas veces vemos personas que viven en condiciones de necesidad y nos resignamos a ser meros espectadores silenciosos de la agonía ajena y no movemos un dedo ni hacemos nada para ayudarlos.
“Amarás a Dios como a tú prójimo”, es una frase que debería regir nuestra vida y no la creciente insensibilidad frente al dolor del prójimo. Debemos educarnos en la generosidad, en la apertura a los demás y superar el egoísmo y la indiferencia. No dudemos en ayudar en la medida de lo posible a quienes se encuentran en la etapa de la vejez. Se suele olvidar muchas veces que nosotros seremos adultos mayores en algunos años.
¿Será que el amor, la compasión y la solidaridad han dejado de existir a causa de la violencia que vivimos? No creemos. Pues mientras haya empatía con los que sufren siempre habrá una mano amiga para aquel que necesite ayuda. No dejemos morir el amor por nuestro prójimo, extendamos nuestras manos a favor de los necesitados, hoy es un buen día para realizar una buena acción, piensa en alguien a quien ayudar y hazlo ya.
La indiferencia ante los más débiles y desvalidos es una de las características negativas de nuestra sociedad, pero si a la familia y al prójimo le prestáramos la mitad de la atención y cuidado que le damos a otras cosas banales de la vida, nuestro mundo no estaría en el deterioro en que se encuentra.
Pero ¿cómo podemos practicar la solidaridad y la sensibilidad en nuestra vida diaria? Básicamente, aprender a tener paciencia y ser tolerantes con los ancianos. Comprender que muchas familias, por la cercanía a sus viviendas, aprovechan estos grandes supermercados como parte de la terapia de rehabilitación física de los adultos mayores. Un paseo por este u otro lugar y el contacto con la muchedumbre los ayuda a recuperar la alegría de vivir, porque sienten que no son excluidos al interior de su familia, ni de la sociedad.
Estamos llenos de buenas intenciones para con la naturaleza, luchamos por su preservación y por el uso equilibrado de sus recursos; sin embargo, la sociedad se ha deshumanizado tanto que desprecia el respeto y el amor a nuestros semejantes. Muchas veces vemos personas que viven en condiciones de necesidad y nos resignamos a ser meros espectadores silenciosos de la agonía ajena y no movemos un dedo ni hacemos nada para ayudarlos.
“Amarás a Dios como a tú prójimo”, es una frase que debería regir nuestra vida y no la creciente insensibilidad frente al dolor del prójimo. Debemos educarnos en la generosidad, en la apertura a los demás y superar el egoísmo y la indiferencia. No dudemos en ayudar en la medida de lo posible a quienes se encuentran en la etapa de la vejez. Se suele olvidar muchas veces que nosotros seremos adultos mayores en algunos años.
¿Será que el amor, la compasión y la solidaridad han dejado de existir a causa de la violencia que vivimos? No creemos. Pues mientras haya empatía con los que sufren siempre habrá una mano amiga para aquel que necesite ayuda. No dejemos morir el amor por nuestro prójimo, extendamos nuestras manos a favor de los necesitados, hoy es un buen día para realizar una buena acción, piensa en alguien a quien ayudar y hazlo ya.
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