Más del 90 por ciento de los adultos mayores de 65 años bebe menos agua que la recomendada y más de la mitad solo lo hace cuando tiene sed, señal que ya hay inicio de deshidratación. Esto es perjudicial, en especial para aquellos que tienen problemas neurológicos como el mal de alzheimer, pues podrían olvidar tomar este líquido vital continuamente.
Los especialistas no solo recomiendan la ingesta continua de agua, sino también de todo tipo de bebidas saludables (refrescos, infusiones, sopas, leche, jugos). Los adultos mayores deben tomar un litro y medio de agua siempre y cuando no tengan ninguna contraindicación.
Uno de los problemas principales en este grupo de la población, es que con la edad se va perdiendo la sensación de sed; por ello es necesario recalcar la importancia de beber líquidos aunque no se sienta la real necesidad de hacerlo.
Otro de los factores, es que los ancianos también suelen tener una deshidratación generalizada de su sistema inmunológico, lo que los torna aún más vulnerables, no solo a las enfermedades sino también a las consecuencias de la deshidratación. Existen tres tipos de deshidratación: La primera es la hipotónica (cuando se pierde más agua que sales); en este caso el paciente aparenta estar bien. En la segunda, llamada hipertónica, sucede lo contrario a la anterior (se pierde más sales que agua) y la isotónica, la más usual en la época de verano, se caracteriza porque la persona pierde tanto líquidos como sales.
La hidratación no adecuada repercute de manera negativa. El déficit hídrico puede provocar una disminución en el volumen de la orina que se elimina por los riñones, lo que produce una acumulación nociva de sustancias de desecho.
Pero además, existen otras causas por las que las personas mayores suelen beber menos líquidos, por ejemplo los problemas de movilidad, la pérdida de la capacidad comunicativa, el miedo a la incontinencia urinaria y el consumo de ciertos fármacos como diuréticos, laxantes, sedantes, entre otros.
En este grupo de personas, el agua se convierte en una verdadera necesidad a la que hay que prestar atención y, en muchos casos, es incluso necesario prescribir su consumo como si se tratase de un medicamento.
Los especialistas no solo recomiendan la ingesta continua de agua, sino también de todo tipo de bebidas saludables (refrescos, infusiones, sopas, leche, jugos). Los adultos mayores deben tomar un litro y medio de agua siempre y cuando no tengan ninguna contraindicación.
Uno de los problemas principales en este grupo de la población, es que con la edad se va perdiendo la sensación de sed; por ello es necesario recalcar la importancia de beber líquidos aunque no se sienta la real necesidad de hacerlo.
Otro de los factores, es que los ancianos también suelen tener una deshidratación generalizada de su sistema inmunológico, lo que los torna aún más vulnerables, no solo a las enfermedades sino también a las consecuencias de la deshidratación. Existen tres tipos de deshidratación: La primera es la hipotónica (cuando se pierde más agua que sales); en este caso el paciente aparenta estar bien. En la segunda, llamada hipertónica, sucede lo contrario a la anterior (se pierde más sales que agua) y la isotónica, la más usual en la época de verano, se caracteriza porque la persona pierde tanto líquidos como sales.
La hidratación no adecuada repercute de manera negativa. El déficit hídrico puede provocar una disminución en el volumen de la orina que se elimina por los riñones, lo que produce una acumulación nociva de sustancias de desecho.
Pero además, existen otras causas por las que las personas mayores suelen beber menos líquidos, por ejemplo los problemas de movilidad, la pérdida de la capacidad comunicativa, el miedo a la incontinencia urinaria y el consumo de ciertos fármacos como diuréticos, laxantes, sedantes, entre otros.
En este grupo de personas, el agua se convierte en una verdadera necesidad a la que hay que prestar atención y, en muchos casos, es incluso necesario prescribir su consumo como si se tratase de un medicamento.
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